Un territorio marcado por años de conflicto y un periodo de paz que parecía estable, ahora vuelve a vivir días turbulentos en medio de tensiones que han sido acentuadas por el Brexit.
Irlanda del Norte es una región del Reino Unido desgarrada por 30 años de sangriento conflicto entre unionistas y republicanos, y sacudida en la última semana por enfrentamientos sin precedentes desde 1998, en un contexto de tensión exacerbada por el Brexit.
Colonizada por vikingos y después por normandos antes de ser retomada por la corona británica, la isla de Irlanda quedó adscrita al Reino Unido a partir de 1801. Las tensiones ligadas a esta dominación condujeron a dos años de “guerra de independencia” (1919-1921) entre los partidarios de la independencia reunidos en el Ejército Republicano Irlandés (IRA) y las fuerzas británicas. El conflicto desembocó en la partición de la isla: el Estado libre de Irlanda, una república desde 1948, y la región de Irlanda del Norte, predominantemente protestante, que siguió formando parte del Reino Unido, con Belfast como capital.
A partir de 1968, surge el “Movimiento de los derechos cívicos”, impulsado por la minoría católica contra las discriminaciones. Este periodo, llamado “Troubles” (problemas), está marcado por los atentados perpetrados por una facción clandestina del IRA. En el campo unionista, las milicias extremistas protestantes reaccionan. El domingo 30 de enero de 1972, en el barrio católico de Bogside en Londonderry, soldados británicos abren fuego contra los participantes de una marcha pacífica y causan 14 muertos. Dos meses después de este “Bloody Sunday”, Londres suspende las instituciones irlandeses y retoma el control de la provincia. El 10 de abril de 1998, Londres, Dublín y los dirigentes separatistas y unionistas llegan a un acuerdo histórico de paz. El acuerdo del Viernes Santo pone a fin a tres décadas de un conflicto que dejó más de 3.500 muertos.
El acuerdo prevé dividir el poder entre el bando protestante y el católico. El Democratic Unionist Party (DUP) congrega a los protestantes unionistas demócratas y los republicanos nacionalistas católicos forman el Sinn Fein, el brazo político del IRA, en unas instituciones regionales semiautónomas (asamblea y gobierno). En enero de 2017, esta coalición se rompe por un escándalo político-financiero. Esto lleva a la suspensión durante tres años del gobierno descentralizado de Irlanda del Norte. En las elecciones británicas de diciembre de 2019, la provincia elige por primera vez en Parlamento de Westminster a más diputados republicanos partidarios de la reunificación con Irlanda que unionistas del DUP, favorables a seguir en la corona británica. En enero de 2020, se reanuda el funcionamiento de la asamblea de Irlanda del Norte y se nombra a un gobierno.
Irlanda del Norte, con 1,9 millones de habitantes, es decir 3% de la población británica (Eurostat 2019), comparte una frontera terrestre de 500 km con la República de Irlanda. El Brexit ha sacudido este frágil equilibrio, con la imposición de controles aduaneros entre el Reino Unido y la Unión Europa (UE). Esta nueva situación ha desencadenado en gran parte los altercados que se están produciendo en la provincia desde hace una semana. Estos controles, que buscan evitar el regreso de una frontera física con Irlanda, miembro de la UE, se realizan en los puertos norirlandeses. Estos dispositivos perturban los suministros y son vistos por los unionistas como una frontera entre Irlanda del Norte y Gran Bretaña, y como una traición por parte de Londres. Irlanda del Norte es una de la provincias más pobres del Reino Unido. Otrora basada en la industria (fábricas, navieras…), esta provincia ahora mira más hacia el sector de los servicios. Alrededor de 27% de los empleados trabajan en el sector público, y el sector privado sigue subdesarrollado, según Eurostat. La UE ha contribuido en el proceso de paz en Irlanda del Norte inyectando 1.300 millones de euros (unos 1.500 millones de dólares) desde 1995.